Sobre el terreno de juego solo hemos visto a personas, jugando a un deporte universal, sin distinción de raza, religión o tendencias religiosas y políticas.
No hay que tener miedo a los diferentes, porque en el fondo solo los diferencia de nosotros el color de su piel y el lugar de nacimiento, pero tienen las mismas necesidades y sentimientos que nosotros.
Pretender que sean como nosotros es imposible, porque cada persona tiene su propia forma de entender la vida, pero podemos aceptar que en la diferencia está la grandeza del ser humano.
Reflexionemos y no hagamos caso a los que predican con prejuicios y miedos absurdos.
Hoy hemos demostrado que somos ciudadanos del mundo y todos somos parte de nuestro pueblo.